El último héroe del olimpo by Rick Riordan

El último héroe del olimpo by Rick Riordan

autor:Rick Riordan [Riordan, Rick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Jeunesse, Action & Aventure
ISBN: 9788498383133
publicado: 2009-03-06T16:00:00+00:00


Capítulo 12

Rachel hace un mal negocio

Me llevé conmigo a Will Solace, de la cabaña de Apolo, y les dije a los demás que siguieran buscando a Michael Yew. Tomamos prestada la Yamaha de un motorista dormido y volamos hacia el hotel Plaza a una velocidad que le habría provocado un ataque a mi madre. Nunca había conducido una moto, pero no era más difícil que montar en pegaso.

Por el camino me fijé en un montón de pedestales vacíos en los que normalmente había estatuas. El plan Veintitrés estaba funcionando, al parecer. Lo cual no sabía si era bueno o malo.

Sólo nos costó cinco minutos llegar al Plaza: un hotel anticuado de piedra blanca, con un tejado azul a varias aguas, en la esquina sudeste de Central Park.

Desde el punto de vista táctico, el Plaza no era el mejor lugar para establecer el cuartel general. No era el edificio más alto de la ciudad y tampoco el más céntrico. Pero tenía cierto estilo de la vieja escuela y había atraído a lo largo de los años a un montón de semidioses famosos, como los Beatles o Alfred Hitchcock, así que pensé que estábamos en buena compañía.

Aceleré la Yamaha para subirme al bordillo y frené con un brusco viraje junto a la fuente que hay delante del hotel.

Cuando Will y yo nos apeábamos, la estatua que había en lo alto de la fuente nos gritó:

—¡Ah, perfecto! ¡Y supongo que también querréis que vigile la moto!

Era una estatua de bronce de tamaño natural encaramada en una cazoleta de granito. No llevaba más que una sábana de bronce alrededor de las piernas, y sujetaba en sus manos una cesta de fruta metálica. Nunca le había prestado mucha atención. Claro que ella tampoco me había hablado nunca...

—¿Se supone que eres Deméter? —le pregunté.

Una manzana de bronce pasó rozándome la cabeza.

—¡Todo el mundo me toma por Deméter! —se lamentó—. Soy Pomona, la diosa romana de la abundancia. Pero ¿por qué habría de importarte? A todo el mundo le tienen sin cuidado los dioses menores. ¡Si os importáramos un poco más los dioses menores, no estaríais perdiendo esta guerra! ¡Tres hurras por Morfeo y Hécate!

—Vigílame la moto —le pedí.

Pomona soltó una maldición en latín y nos arrojó unas cuantas frutas más mientras Will y yo corríamos hacia el hotel.

* * *

Nunca había estado en el Plaza. El vestíbulo resultaba impresionante con sus arañas de cristal y todos aquellos ricos desmayados, pero no presté demasiada atención. Un par de cazadoras nos señalaron los ascensores y subimos a las suites del ático.

Los semidioses se habían adueñado de las plantas superiores. Había campistas y cazadoras tirados por los sofás, lavándose en los baños, arrancando colgaduras de seda para vendarse las heridas y sirviéndose con todo desparpajo refrescos y aperitivos de los minibares. Un par de lobos bebían directamente del váter. Me alivió ver que tantos amigos habían salido vivos de aquella noche, aunque todos parecían hechos polvo.

—¡Percy! —dijo Jake Mason, dándome una palmada en el hombro—. ¡Estamos recibiendo informes...!

—Luego —lo corté—.



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